Muere el ultraputo
Muere Russ Meyer, el hombre que se tomó el cine muy a pecho
MADRID. Ha muerto a los 82 años de edad el director californiano Russ Meyer. Aunque el estreno de su último largometraje, «Beneath the Valley of the Ultravixens», data de 1979, ha permanecido como un cineasta de culto para sucesivas generaciones de «conocedores» de su obra, atentos a su alocado carácter pop y sabedores de que reducir su valor a los vertiginosos escotes de sus actrices, las famosas «vixens», sería fijarse sólo en el aspecto más protuberante de su corpus fílmico. Meyer supo plasmar como nadie las fantasías sexuales de fijación mamaria del varón americano pero jugó también un papel importante en la lucha contra la censura desde la trinchera del poco honorable cine de explotación de los años 50.
Tras poner su cámara al servicio del ejército americano en la liberación de Europa hizo fotos para publicaciones como «Playboy» e intentó entrar en el mundo del cine. Hollywood no le abrió sus puertas y Meyer acabó decidiéndose por desarrollar una carrera, que se reveló bien próspera, en los márgenes de la industria, dedicándose a hacer lo que mejor sabía: fotografiar a chicas ligeras de ropa. En 1959 su primer largo, «The Immoral Mr. Teas», fue un bombazo de taquilla y sentó ya las bases de su estilo: erotismo «saludable», sentido del humor y un cuidado formal del que solían carecer las películas de este tipo. Tras rodar varios «nudies» (films de desnudos) ensaya una fase «gótica», la menos conocida de su obra, con títulos como «Lorna» y «Mudhoney», y en 1966 rueda uno de sus títulos míticos, «Faster Pussycat, Kill! Kill!», un cómic delirante de «strippers» en el desierto que John Waters proclamó como mejor película de la historia.
Pero Meyer se superaría a sí mismo en 1968 con la historia de la «arpía» original, «Vixen», cuyo éxito condujo a que la Fox olvidara las barreras que le separaban de los independientes regionales y le diera carta blanca para hacer ese ejercicio de camp deliberado que fue «Beyond the Valley of the Dolls» (1970). Dentro o fuera de la industria, Meyer triunfaba: en 1977 «Variety» certificó que cuatro de sus películas estaban entre las cien más taquilleras de la historia.
Concepción caricaturesca
La amenaza para Meyer venía ahora del muy respetable cine de autor: el sexo explícito de Bertolucci o Pasolini parecía empujarle al porno duro, pero Meyer prefirió dar un giro hacia una concepción caricaturesca de su desmedido universo en la estupenda «Supervixens» (1975). Aún rodó otro par de películas pero luego se concentró en recibir homenajes de festivales y filmotecas, en reponer sus viejos films y en escribir una autobiografía en donde repasa cómo había sabido financiar, dirigir y explotar sus películas inscribiendo en ellas sus obsesiones personales.
MADRID. Ha muerto a los 82 años de edad el director californiano Russ Meyer. Aunque el estreno de su último largometraje, «Beneath the Valley of the Ultravixens», data de 1979, ha permanecido como un cineasta de culto para sucesivas generaciones de «conocedores» de su obra, atentos a su alocado carácter pop y sabedores de que reducir su valor a los vertiginosos escotes de sus actrices, las famosas «vixens», sería fijarse sólo en el aspecto más protuberante de su corpus fílmico. Meyer supo plasmar como nadie las fantasías sexuales de fijación mamaria del varón americano pero jugó también un papel importante en la lucha contra la censura desde la trinchera del poco honorable cine de explotación de los años 50.
Tras poner su cámara al servicio del ejército americano en la liberación de Europa hizo fotos para publicaciones como «Playboy» e intentó entrar en el mundo del cine. Hollywood no le abrió sus puertas y Meyer acabó decidiéndose por desarrollar una carrera, que se reveló bien próspera, en los márgenes de la industria, dedicándose a hacer lo que mejor sabía: fotografiar a chicas ligeras de ropa. En 1959 su primer largo, «The Immoral Mr. Teas», fue un bombazo de taquilla y sentó ya las bases de su estilo: erotismo «saludable», sentido del humor y un cuidado formal del que solían carecer las películas de este tipo. Tras rodar varios «nudies» (films de desnudos) ensaya una fase «gótica», la menos conocida de su obra, con títulos como «Lorna» y «Mudhoney», y en 1966 rueda uno de sus títulos míticos, «Faster Pussycat, Kill! Kill!», un cómic delirante de «strippers» en el desierto que John Waters proclamó como mejor película de la historia.
Pero Meyer se superaría a sí mismo en 1968 con la historia de la «arpía» original, «Vixen», cuyo éxito condujo a que la Fox olvidara las barreras que le separaban de los independientes regionales y le diera carta blanca para hacer ese ejercicio de camp deliberado que fue «Beyond the Valley of the Dolls» (1970). Dentro o fuera de la industria, Meyer triunfaba: en 1977 «Variety» certificó que cuatro de sus películas estaban entre las cien más taquilleras de la historia.
Concepción caricaturesca
La amenaza para Meyer venía ahora del muy respetable cine de autor: el sexo explícito de Bertolucci o Pasolini parecía empujarle al porno duro, pero Meyer prefirió dar un giro hacia una concepción caricaturesca de su desmedido universo en la estupenda «Supervixens» (1975). Aún rodó otro par de películas pero luego se concentró en recibir homenajes de festivales y filmotecas, en reponer sus viejos films y en escribir una autobiografía en donde repasa cómo había sabido financiar, dirigir y explotar sus películas inscribiendo en ellas sus obsesiones personales.
2 comentarios
loftofxxx -
Karl Bartos -
Desacanse en paz.
.